Hacia el Convento de San Antonio el Real

Hacia el Convento de San Antonio el Real

El cuarto itinerario recorre las calles de Segovia pasando por el Convento de San Francisco, la Iglesia románica de los Santos Justo y Pastor hasta llegar al Convento de San Antonio el Real. ¡Síguenos!

 

El Monasterio de Santa María de El Parral

Desde los pies del Acueducto subimos por la calle de Teodosio el Grande (emperador romano nacido en la villa segoviana de Coca), paralela al monumento, para llegar ante el edificio de la Academia de Artillería, que originariamente fue Convento de San Francisco, del que se conserva un bello patio. Pasamos bajo el gigantesco monumento y nos encontramos en la plaza de Díaz Sanz (uno de los legendarios capitanes segovianos que conquistaron Madrid), en cuyo centro aparece una gran fuente de granito. Frente a ella, haciendo esquina a la calle de San Alfonso Rodríguez, existe un edificio, sometido recientemente a restauración, en el que una placa indica que en él nació el mencionado santo segoviano. El caserón conserva en su parte superior una galería que era característica en las casas de los tratantes de paños y lanas, y el padre del santo lo era. Alfonso, muertos su esposa e hijos, ingresó en la compañía de Jesús y fue destinado a Mallorca; en la isla le tienen por patrono.

 

La Iglesia de los Santos Justo y Pastor

Por detrás de la casa natal del santo pasamos a la calle de Ochoa Ondátegui (famoso fabricante de paños), para entrar enseguida en la placita donde se ubica la iglesia románica de los Santos Justo y Pastor, en cuya pila bautismal fue bautizado San Alfonso Rodríguez, en 1530. El templo, abandonado durante muchos años y convertido en almacén de objetos viejos, sufrió hace unas décadas el desprendimiento de la bóveda de yeso, ocasión que promovió en la Caja de Ahorros de Segovia un gran interés por recuperar este templo, iniciándose los trabajos de restauración. Durante ellos se descubrieron importantes obras de arte; los hallazgos aumentaron las sorpresas, porque, al observarse unas pinturas románicas en los laterales del ábside, se decidió retirar el retablo, apareciendo en la pared unas composiciones al fresco bastante bien conservadas. El marqués de Lozoya vivió muy directamente estos trabajos, sobre los que publicó un pequeño libro en 1966 en el que describe el contenido de las pinturas, que preside el Pantocrátor y que según el especialista don José Gudiol, cuyo equipo de restauradores trabajó en la recuperación de las pinturas, éstas resultan ser “uno de los conjuntos más importantes de pintura románica en España, capaz de compararse con Tahull, Maderuelo, San Baudilio de Berlanga y San Isidoro de León”, según recoge don Juan de Contreras en el mencionado librito. Restaurado el templo, volvió al mismo la imagen del Cristo Yacente de los Gascones, del siglo XII, que se veneraba anteriormente aquí. Recibe tal nombre porque, según la tradición, fue traída a Segovia por soldados de la gascuña francesa, a lomos de una yegua, que cayó muerta precisamente donde se encuentra el templo, lo que fue interpretado como voluntad divina de que la imagen del Cristo, que tiene los brazos articulados, debía quedar aquí en este lugar.

A corta distancia se encuentra la también románica iglesia de El Salvador, de considerables dimensiones y con importantes restos de su origen. Entre otras obras de arte conserva una Inmaculada de Gregorio Fernández y una pintura de Francisco Camilo, que dejó varias notables obras en nuestra ciudad.

 

El Convento de San Antonio el Real

Por la calle de Cañuelos (por los surtidores o caños de agua que en ella hubo) salimos a la avenida del Padre Claret, a la altura de un monumento dedicado a este santo, frente al edificio del colegio de su nombre, de los padres misioneros del Corazón de María. Durante su estancia en La Granja como confesor de Isabel II, San Antonio María Claret venía con frecuencia a la residencia de su congregación, donde predicaba. Entrando a la actual y moderna iglesia, a la derecha hay un pasillo en el que se ha incrustado la celosía que hubo en el primitivo templo y tras la que se retiraba el Padre Claret para orar; la tradición dice que en este lugar hablaba con Jesús y con María.

Subiendo por la avenida del Padre Claret, por un estrecho paseo que discurre junto al inicio del canal del Acueducto, se sale a una explanada en la que se encuentra el Convento de San Antonio el Real, una de las sobresalientes joyas que conserva la ciudad, habitado por religiosas de Santa Clara. El edificio fue casa de recreo de Enrique IV cuando era príncipe, y al comenzar su reinado, fundó allí un convento de Frailes Franciscanos que, posteriormente, cedieron el monasterio a las monjas clarisas. La iglesia posiblemente fuera el salón principal del palacio, con un techo mudéjar que es una auténtica joya. En el mismo templo hay que admirar detenidamente un maravilloso retablo del calvario, protegido por cristal de seguridad, pues algunos le consideran como la más importante obra de escultura flamenca en Europa. La visita al monasterio incluye varias de sus dependencias, algunas de gran impacto estético, así como también el claustro con artesonados mudéjares y tres pequeños retablos en “tierra de pipa”, de la escuela de Utrecht, ejemplares muy raros. En este claustro se entierra a las religiosas que fallecen en el convento; pero no hay ninguna inscripción, porque la humildad de la regla impide que se graben los nombres; sólo en un pequeño Libro “casero” se consigna el lugar donde está enterrada cada religiosa.

 

Personajes Importantes

ALONSO O ALFONSO RODRÍGUEZ nació el año 1530. De joven marchó a Alcalá de Henares para ampliar estudios, pero por el fallecimiento de su padre tuvo que regresar a Segovia para hacerse cargo de la extensa familia y de los negocios. Contrajo matrimonio y tuvo dos hijos. El negocio no iba bien y se dio la penosa circunstancia del fallecimiento, primero, de su esposa y un hijo, y tiempo después, del otro hijo y su madre. En algunas ocasiones experimentó deseos de retirarse del mundo, y ante las circunstancias familiares, en 1571, a los 41 años, tomó el hábito de jesuita en Valencia, siendo destinado a Mallorca. Allí, en la portería del convento, fue dejando muestras de su santidad; en varias ocasiones sufrió graves enfermedades, pero su vida resistió hasta los 86 años, falleciendo en 1617. El Papa Urbano VIII le beatificó en 1627; León XII le elevó a beato en 1825, circunstancia que se celebró en Segovia con el mayor entusiasmo, y el 15 de enero de 1888, León XIII le elevó a los altares, canonizándole al tiempo que a San Pedro Claver, el apóstol de los negros, que había sido discípulo de San Alonso Rodríguez en Palma de Mallorca.

SAN ANTONIO MARÍA CLARET nació en Sallent, diócesis de Vich, el 23 de diciembre de 1807. Desde pequeño destacó por su inteligencia. Aunque desde joven aspiraba a ingresar en el Seminario, no lo permitía la situación económica de sus padres, por lo que se dedicó de lleno a trabajar en la pequeña fábrica de tejidos de la familia. Su vocación religiosa era tan fuerte, que finalmente entró en el Seminario de Vich y fue ordenado sacerdote el 13 de junio de 1835, en Solsona. Después de ser párroco en Sallent, residió en Roma, volviendo a España como regente de Viladrau, momento en el que da comienzo a sus famosas misiones por toda Cataluña. Funda en Vich la congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María pero, poco después, se le nombra, frente a su resistencia, arzobispo de Santiago de Cuba. Allí trabajo incansablemente como misionero. Fue llamado a la corte por la reina Isabel II como su confesor, etapa en la que hacía frecuentes visitas a Segovia mientras permanecía la corte en La Granja, y al proclamarse la república en 1868, pasa a Francia y seguidamente a Roma, donde interviene en el Concilio Vaticano I, siendo uno de los grandes defensores del dogma de la infalibilidad pontificia. El Papa Pío XI le declaró beato en 1934 y el 7 de mayo de 1950, Pío XII le elevaba a los altares.

 

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